COMO UN LAMENTO (40ª Entrega)

Foto: 9dedos

Estuvo un largo rato en la ducha, permitiendo que el agua cayera sobre su cabeza refrescando sus ideas. Haber tocado el cielo con las manos para, en menos de 24 horas, bajar nuevamente a los infiernos, había sido un buen descalabro para ella.

Había decidido pasar capítulo y olvidarse de su peculiar poeta urbano, y centrar toda su atención en los proyectos profesionales que asomaban en su vida, pero su inconsciente no compartía esa decisión y se descubría a sí misma, constantemente, dándole vueltas al enojoso asunto de su admirador secreto.

Decidió salir de compras y despejarse un poco. Su madre la esperaba en la cocina y Ángeles entró a prepararse el desayuno resignada a aguantar el chaparrón. Se llevó una sorpresa cuando su madre le dijo que había pasado un par de días en casa de su hermano Carlos.
Dos días antes, cuando Ángeles salió a dar un paseo, tras discutir con sus hermanos y se encontró a Nacho, su hermano Carlos volvió a casa y recogió a su madre. Luego Doña Elvira no sabía que su hija no había dormido en casa, y Ángeles estaba tan ensimismada en sus propios acontecimientos, que la noche anterior no reparó en si su madre estaba en casa o no, cuando llegó.

A Doña Elvira le había sentado bien este cambio de aires, porque estaba de buen humor, pero Ángeles no estaba dispuesta a bajar la guardia, por si acaso.

-Bueno, ¿ya has pensado lo que vas a hacer con tu vida?- dijo su madre con una amplia sonrisa.

Ángeles se sorprendió de la pregunta y del modo en que su madre la había formulado, por primera vez le reconocía el derecho a tener una vida propia, pero, a pesar de todo, no se fiaba y respondió con otra pregunta -¿qué quieres decir?-

- pues lo que he dicho, que tendrás que hacer planes de futuro, ¡digo yo! ¡yo no voy a vivir eternamente!- indicó Doña Elvira mientras le extendía unas tostadas a su hija. –

- ¡que tendrás que echar a volar tu sola, que ya tienes edad para ello!-

Ángeles no daba crédito a lo que acababa de escuchar: - Mamá, eso es lo que llevo intentando hacer desde hace años-

-¡pues no se a que esperas!- exclamó Doña Elvira.

- a que te dieras un golpe en la cabeza y reaccionaras- murmuró Ángeles de forma ininteligible mientras salía de la cocina.

-¿Qué has dicho, cariño?- preguntó su madre.

-Nada, que te ha sentado bien estar en casa de Carlos- contestó Ángeles y remató en voz baja:- me gustaría ver como les ha sentado a ellos.-

- No me esperes a comer- le gritó mientras alcanzaba la puerta de la calle.

Recorrió muchas tiendas, respiró el ambiente de los comercios, de los mercadillos, se paró a escuchar a varios músicos callejeros, se paseó por una feria de artesanía que acababan de inaugurar en una plaza cercana, y se tomó un par de sandwiches mientras descubría un maravilloso vestido negro en un escaparate. Entró en la tienda, se lo probó y sintió que estaba hecho para ella.

Iba paseando por la calle, satisfecha de su compra, cuando, al girar la esquina se encontró a la castañera que el día anterior le había lanzado la extraña consigna que aún le retumbaba en su cabeza: “Nada es lo que parece, tienes la llave de tu camino, tan sólo has de encontrar la puerta tras del que se esconde”

Ángeles se sorprendió porque el puesto de castañas estaba en otra calle distinta de la del día anterior. Se quedó parada ante ella e intentó preguntarle quien era, pero tan sólo le salió un balbuceo: - pe......pero....... quien ..........-

La anciana la miraba con unos ojos inmensamente grises como su pelo y con una ternura que le caló en las entrañas y la sumió en una profunda calma. Podría haberse quedado allí eternamente.

Se dirigió a ella y le dijo: “Estas muy cerca, no permitas que los tropiezos te alejen del camino. Vé a tu cita, pero recuerda: Nada es lo que parece”.

Como en la anterior ocasión, Ángeles se quedó paralizada por la extraña energía que transmitía la anciana, sin poder pronunciar palabra alguna. Tras unos instantes, reanudó su marcha, con las palabras de la castañera grabadas en su corazón.

Continuará.........................

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