EL CUADRO DEL SALÓN




Desde que el abuelo desapareció un día mientras ponía la mesa, mamá nos mandaba todas las tardes a casa de la abuela para entretenerla, y allí hacíamos los deberes bajo la atenta mirada de esos señores a caballo rodeados de perros de caza del cuadro del salón. A ninguno nos gustaba esa pintura que ocupaba toda la pared y procurábamos no mirarla mucho, excepto mi hermano pequeño que juraba haber visto al abuelo entre los monteros y siempre pegaba sus gafitas de empollón al lienzo para buscarlo de nuevo. Una tarde mientras los demás estábamos en la cocina, mi hermano pequeño desapareció sin dejar rastro. Apareció una semana después en medio del salón con las gafas rotas y lleno de arañazos. Nunca supimos lo que pasó. Ayer murió la abuela y mi hermano se esfumó de nuevo. Hoy durante el entierro ha aparecido y ha dejado una carta sobre el féretro que empieza diciendo “A mi querida esposa”. 

4 comentarios:

LA CASA ENCENDIDA dijo...

Fantástico, me ha encantado ese final!! Deberías pasarte más por tu blog y dejar joyitas como esta. Felicidades.
Besicos muchos.

Marta López (Claudia) dijo...

Pues me ha encantado la originalidad de tu relato. No dejes de seguir publicando, muchos, muchos. Un abrazo.

La levita del lagarto dijo...

Una huida hacia adelante la del abuelo, tal vez le faltó valor para despedirse, o no pudo, igual que Alicia, el cautivador embrujo del espejo. Aunque nunca perdió el cordón que le unía al otro lado, como demuestra la carta de despedida. Bonito!!! Besos Esperanza

Ángel Saiz Mora dijo...

Un cuadro que es una puerta a otra dimensión.
Pues mira, no conocía tu blog y acabo de leer un buen relato y de hacerme seguidor.
Un abrazo grande, Esperanza