EL MEDIADOR FAMILIAR



Cada día salgo más tarde del despacho, siempre hay un dictamen que terminar o una consulta complicada por resolver; la excusa perfecta para no volver a casa hasta que ella esté dormida. Si tiene la luz de la habitación encendida, doy un rodeo con el coche hasta que la apaga, entonces subo y con mucho cuidado de no despertarla, me meto en la cama ocupando el borde de mi lado. Por las mañanas salgo de casa con la rebanada de pan del desayuno en la boca para evitar cualquiera de sus preguntas. Lo peor llega los fines de semana, en los que la coartada de jurista ocupado hace aguas, pero aun así he desarrollado mis mañas: cuando ella se acerca con intenciones de entablar una conversación me hago el dormido en el sofá, esperando que llegue el lunes y encontrarme la mesa llena de conflictos matrimoniales que resolver.


(Esta fue mi contribución al Concurso de Microrrelatos sobre abogados del mes de julio, no hubo suerte aunque quedó seleccionado entre los finalistas)  


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