SIMULACRO






Desde la habitación de su hermanita contempla todo el despliegue: La vecina consolando a mamá que no para de gritar ¡Ay, mi pequeña! ¡Cómo ha podido mi padre hacerme esto!; un policía interrogando a papá por la nota aparecida sobre la cama, otro analizando las gotas de sangre del suelo.

Y es que el abuelo da mucho juego, por un paquete de picadura escribe lo que le dictas, se deja pinchar en un dedo, acepta llevarse a su nieta a un parque lejano, dejarse el móvil en casa  y no volver hasta la hora de comer.

De mayor quiero ser criminólogo. 

(Mi aportación esta semana a Relatos en Cadena que se quedó en despojo)

SECRETOS DE FAMILIA



  El leve crujir de la viga de la que cuelga su padre le recuerda que su hermano está cerca. Sabe que si la policía no le encuentra, él será el próximo.

El despojo de ReC de esta semana 

RETRATO DEL ESTUPOR



Fue un honor recibir el encargo de perpetuar la memoria de Don Nicanor, maestro, pensador local y por encima de todo, un hombre bueno, pintando su retrato. Su viuda me proporcionó una fotografía del venerable difunto y me puse manos a la obra.

Ya estaba listo para su entrega, cuando descubrí que la ceja izquierda estaba mucho más levantada que la derecha. Pasé toda la noche poniéndolas a la misma altura y cuando amaneció, era la ceja derecha la que se arqueaba hacia arriba dibujando una perfecta semicircunferencia.

Seguí trabajando sin descanso hasta hacerlas coincidir con la foto, todo fue en vano, ambas se arquearon por igual arrugando la frente. Lo peor  llegó cuando la boca de Don Nicanor se abrió dibujando una "O" mayúscula.

Me debatía entre la locura y la desesperación cuando apareció la viuda a recoger el encargo. Miró el retrato, buscó alrededor y señaló un aparato de radio:  

- Si ha estado escuchando las noticias mientras  pintaba, no me diga más, él siempre fue muy sensible al latrocinio.

He pintado un nuevo retrato, pero ahora bajo los efluvios del Nocturno de Chopin. Nada que ver.   

AÑOS SESENTA



La tienda de ultramarinos del tío Fidel era mucho más divertida que los dibujos de la tele. Las tardes de invierno me acurrucaba bajo el mostrador esperando oír el crujido amable de la puerta de entrada.

Cuando llegaba Asun con su delantal blanco y ese moño que le tiraba tanto de las comisuras de los labios que siempre  sonreía, al tío Fidel le temblaban las piernas. No daba pie con bola mientras le llenaba la botella con aceite a granel y le cambiaba los cascos vacíos de los yogures por otros llenos. Cuando se iba, entre suspiros, me daba un puñado de caramelos.

Asun dejó de venir y la tienda empezó a oler a aceite rancio y a leche agria. Debajo del mostrador solo quedaban telarañas y lamentos, así que decidí cambiar la tristeza por las chapas y la familia por los amigos.

Eso sí, echo de menos los caramelos.

(Esta fue mi contribución al programa de RADIO EN COLECTIVO dedicada a la Generación Blogger que presenta Nicolás Jarque. 

Gracias Nicolás, por haberme invitado e incluido entre tanta figura del microrrelato)


La mirada de una niña


Me han vuelto a castigar de cara a la pared. Esta vez porque me he mojado el vestido con las pompas de jabón. No lo entiendo, mamá lleva siempre la cara mojada de llorar y nadie le grita: ¡A tu cuarto!

A lo mejor se empeñan en que esté de espaldas para que no vea pasar a papá encerrarse en el despacho con su  secretaria, oigo los gritos de ella y la risa entrecortada de papá,   creo que también a ella le pega.

Menos mal que tengo muchos amigos: el osito, el elefante, el pasayo sorpresa y el burro que me cuentan todo lo que yo no veo. Bueno, todo, todo, no. A veces me ahorran los detalles. Sí, me está gustando este sitio, aunque el pillo de Mizifú me coma la rosquilla, le estoy cogiendo cariño al papel pintado de la pared.