Desde la habitación de su hermanita contempla todo el
despliegue: La vecina consolando a mamá que no para de gritar ¡Ay, mi pequeña!
¡Cómo ha podido mi padre hacerme esto!; un policía interrogando a papá por la
nota aparecida sobre la cama, otro analizando las gotas de sangre del suelo.
Y
es que el abuelo da mucho juego, por un paquete de picadura escribe lo que le
dictas, se deja pinchar en un dedo, acepta llevarse a su nieta a un parque
lejano, dejarse el móvil en casa y no
volver hasta la hora de comer.
De mayor quiero ser criminólogo.
(Mi aportación esta semana a Relatos en Cadena que se quedó en despojo)