AGUA

Paco CT

Debía estar sedienta la madre naturaleza para pedir al cielo tanta agua. No se calma su sed y sigue lloviendo, la tierra ya no puede tragar más y rezuma agua por todos sus poros. En cada rincón nace una fuente, en cada cuesta un riachuelo, en cada monte una cascada, y el rio se acrece y lleva imparable sus aguas revueltas a chocar contra los desprevenidos puentes que va encontrando en su camino y me recuerda su fuerza y me escupe en la cara su poder.

Cuando cae la noche, el viento se pone de su parte y juegan conmigo, me empujan del uno al otro, como una marioneta, me mojan por fuera, me limpian por dentro. Me escondo en mi refugio al calor del hogar, donde no me puedan encontrar, pero lo hacen y una gota de agua consigue traspasar mi seguridad y resbalar por las vigas de madera que me protegen y la veo sonreír anunciando que otra viene detrás y que no tengo donde escapar.

Cada cinco segundos me recuerda que sigue ahí, que no puedo competir contra su fuerza y me relajo como lo hace el que sabe que ha perdido la batalla y me rindo a los pies de su sonido hasta que caigo en un profundo sueño.

No se me ocurre una forma más poética de definir unas malditas goteras, que habrían arruinado mi fin de semana si no hubiera sido porque la exultante belleza del hayedo en otoño, puede con todo, hasta con el agua.

3 comentarios:

Pedro dijo...

Que conste, que sino leo el último parrafo hubiera pensado que tenias algún tipo de alucinación.

Ya tienes una buena excusa para hacer el puente de la almundena, las venditas goteras

Elena E. Rodríguez Díaz dijo...

¡Qué mal repartido está el mundo, por Dios! Lluvia, lluvia por el norte y yo aquí resfriada y griposa por el demasiado buen tiempo que todavía hace por el sur.

ESPERANZA dijo...

Buenas noches a los dos:

Pedro, en eso consiste la magia de la palabra, en convertir una narración poética en una simple crónica con sólo una frase.

Elena, ¡no veas como ha llovido en nuestra tierra! disfruta del sol del sur y mejórate.

Besos