EL SUSURRO DEL DUENDE (48ª entrega)

Hannap


El olor al café recién hecho inundaba la cocina cuando Chelo se asomó a la puerta. Se quedó bajo el quicio, inspeccionando su territorio. Aparentemente todo estaba en orden, sin rastro de haber sido el escenario de preparación de una opulenta cena. No obstante, siguió revisando con la mirada todas las esquinas esperando encontrar la excusa para el reproche.

- Llegas a tiempo, acabo de preparar el café – dijo Roberto, poniéndole una taza en la mesa e invitándola a sentarse con él a tomarlo.

Chelo le observaba con recelo –seguro que lo traia too comprao de eso preparao, que no tiene comparanza con lo guisao en casa- pensaba – sino no se explica que too esté limpio y recogio –

Finalmente se acercó a la mesa. Roberto le sirvió el café y se sentó a tomar el suyo, Chelo permanecía de pie, tomo la taza y dio el primer sorbo.

- ¿No te sientas? –

- Yo no estoy de fiesta, estoy trabajando –

- Asi que este pájaro ha pasao la noche aquí. Ay Virgen del Amor Hermoso, la que se va a liar cuando venga el señor.....y el caso es que yo siempre he tenio por muy espabilaa a la señora, pero....... ya no se.......ha caido como una tonta – pensaba Chelo mirando de reojo a Roberto.

- ¿Sabes? Yo tenía una abuela que decía que el café tenía que ser negro como el diablo, caliente como el infierno, puro como un angel y suave como el amor. Se lo traían de Puerto Rico y siempre decía que aunque se lo tuviera que quitar de otras cosas, sus dos tazas de café al día no las perdonaba. Tuvo una vida muy dura y apreciaba mucho los pequeños placeres –

Chelo seguía de pie con la taza en la mano y con la desconfianza dibujada en su rostro.

- Era una mujer de firmes principios, siempre en guardia, los golpes de la vida le habían hecho muy desconfiada, pero se entregaba cuando un amigo requería su ayuda. Decía que el buen amigo debe ser como la sangre, que acude a la herida sin esperar que lo llamen. Laura y yo hemos sido amigos del alma desde siempre, ahora esta pasando un mal momento y yo quería estar a su lado –

Chelo se iba relajando poco a poco y se sentó ligeramente en una esquina de la silla, dispuesta a levantarse en una décima de segundo. Roberto siguió hablando.

- En cierto modo mi abuela y tu os parecéis bastante. Mujeres coraje luchando contra el mundo, endurecidas por los golpes y desencantadas de la vida, pero tiernas y cercanas con los que quieren, a los que defienden con su propia vida si es preciso.-

Las palabras de Roberto empezaban a calar hondo en la extremeña, su mirada se suavizaba por momentos y empezaba a mostrar el brillo de la emoción.

- Por nada del mundo le haría daño a Laura, la quiero demasiado para hacerla sufrir. Si ella me pide que me vaya, me iré, así que no temas, yo no soy peligroso –

- Hay que ver que bien habla el condenao, no si la señora de tonta no tiene un pelo, y lo bien parecio que es – pensaba Chelo que todavía mostraba un ápice de resistencia frente al conquistador.

- ¿Y si es tan amigo? ¿Dónde sa metio todos estos años? Porque yo nunca le había visto. -

Roberto le contó que había vivido en Canadá, que volvió a España cuando falleció su madre y había decidido quedarse. – Volví para reencontrarme con mis raices y con mi gente, a los que intento proteger igual que lo haces tu –

- La Diana es mi vida y toos ellos son mi familia, es lo único que tengo que vale la pena –

- Para Diana y Laura es una suerte contar con una persona como tu que las cuide – le dijo Roberto apretando la mano de Chelo, que luchaba por reprimir las lágrimas.

El timbre de la puerta les saco del momento de confidencia que compartían. Chelo se levantó como un resorte y fue a ver quien era.

(Continuará)

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