EL SUSURRO DEL DUENDE (34ª entrega)

vannis.phaedra

El Comisario Vielva estaba esperando en el coche cuando Chelo llegó. Eran las ocho y media de la mañana y los chichipanes, herrerillos y petirrojos llevaban ya un buen rato dando la bienvenida al nuevo día.

Javier Vielva alcanzó a Chelo cuando ésta estaba abriendo la puerta. ¡josú que susto ma dao! ¡recontra! ¿Qué hace usted aquí tan de mañana? - Pues ya he llamado un par de veces y no me ha abierto nadie. Laura ¿no está?-

- Sa habrá quedao dormia, últimamente no levanta cabeza –

Chelo entró en la casa seguida de Javier Vielva que una vez dentro sondeó. –Me gustaría subir un momento a la habitación de Diana para comprobar unas cosas, ¿es posible? –

La extremeña no sabía si finalmente Roberto se había quedado a dormir y pensó que si el Comisario se lo encontraba arriba, la situación podía complicarse aún más. No tuvo que esperar mucho para despejar sus dudas, Roberto estaba llamando a la puerta.

¿San caido todos de la cama hoy? refunfuñó Chelo. El Comisario todavía esperaba una respuesta de la niñera, pero el nuevo visitante había despertado de tal manera su interés que se olvidó del objeto de su visita. Chelo se metió en la cocina, dejándoles uno frente al otro en el hall. Javier Vielva se apresuró a presentarse, sin dejar de observar ni uno sólo de los movimientos de Roberto, quien se presentó, a su vez de una manera parca y distante.

Javier Vielva intentó un acercamiento con Roberto para poder ubicarle dentro de la trama, pero Roberto se resistió y rápidamente abortó la maniobra con una sonrisa diciendo: - Disculpa que no pueda contestar a tu interrogatorio, pero es que, como no lo esperaba, me he dejado el abogado en casa.-

Chelo salió de la cocina para ofrecerles un café que los dos rehusaron y el Comisario insistió en su petición de subir a la habitación de Diana, a lo que la niñera asintió de mala gana.

Roberto pensó que tal vez el Comisario husmeara por otros lugares y entrara al despacho. Tenía que comprobar que no había ningún mensaje en la pantalla, así que, cuando el policia entró en la habitación de Diana, subió sigilosamente las escaleras y se coló en el despacho, donde el ordenador aún mostraba el mensaje de la noche anterior. Copió rápidamente en un ticket que tenía en el bolsillo, las frases que se mostraban en la pantalla y apagó el ordenador en el mismo instante en que el Comisario abría la puerta del despacho.

(Continuará)

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