EL SUSURRO DEL DUENDE (30ª entrega)

entelepentele

El tiempo pasaba inexorablemente sin noticias de Diana. El Comisario Vielva entraba y salía de casa de Laura, buscando alguna pista, algún indicio que les indicara donde buscar, había inspeccionado la habitación de Diana muchas veces sin encontrar nada que le sirviera para avanzar la investigación.

Laura le había hablado de Arturo Hidalgo y del primer contacto con él, de la forma misteriosa en la que había aparecido , del interés que había mostrado por Diana, y de cómo había conseguido su dirección personal. Esteban se opuso a que lo hiciera, advirtiéndole que no sólo podía incurrir en vulneración del secreto profesional, sino que esta circunstancia les haría perder el mejor cliente de su vida. Laura, no atendió a razones, estaba dispuesta a poner el mundo patas arriba y pagar el precio que hiciera falta con tal de encontrar a Diana, aun cuando perdiera el apoyo de Esteban.

Javier Vielva estaba rastreando también el entorno más cercano a Chelo, su hijo Jonathan había sido interrogado y estaba siendo objeto de seguimiento policial, todas las líneas de investigación estaban abiertas.

Luis, se había ido finalmente a Cleveland y Laura cada día estaba más sola, no había vuelto al bufete desde la desaparición de Diana, no tenía fuerzas para hacer nada que no fuera esperar en casa a que volviera su hija. Vivía pendiente de la pantalla del ordenador que tenía en el despacho de casa, lo mantenía permanentemente encendido, esperando un nuevo mensaje que nunca llegaba. No le había hablado a Javier de ello, algo en su interior le aconsejó no hacerlo.

-Voy a salil un momentino, está la nevera vacía, no tenemos de ná – Chelo se quedó un instante en la puerta, contemplando a Laura – Anímese, señora, no pue seguir así, que se va a ponel mala- Chelo se alejó susurrando - con lo arreglá que iba siempre y lo abandoná que está ahora –

Las palabras de Chelo sirvieron de aldabonazo para Laura que se miró al espejo y no se encontró, en su lugar vio una mujer de mediana edad, envejecida, sin fuerzas, con unas marcadas ojeras, un rictus de amargura en sus labios, una melena despeinada y una apariencia descuidada. Se refugió bajo la ducha, secó y peinó cuidadosamente su pelo , y por primera vez en muchos días, dedicó unos minutos a elegir la ropa que se iba a poner. Culminó la transformación poniendo color en sus labios y remarcando el perfil de sus ojos. Volvió a reencontrarse ante el espejo e incluso sintió por un momento la sensación de estar viva, algo que había olvidado en la última semana.

Se dirigía al despacho cuando sonó el timbre de la puerta, -Chelo se ha ido sin llaves- pensó Laura, aún así no pudo resistir la tentación de mirar la pantalla del ordenador, por si acaso, antes de bajar a abrir.

Sintió un vuelco en el corazón cuando descubrió una nueva frase en la pantalla: "Si quieres jugar, has de saber que puedes ganar pero también puedes perder. Si ganas, recuperas a Diana, si pierdes, me quedo con tu hija y con tu vida. ¿juegas? "

Las sienes le palpitaban, su respiración se convertía en una entrecortada melodía y el timbre volvía a sonar, recordándole que alguien deseaba entrar.

Bajó trotando las escaleras –¿Olvidaste las llaves, Chelo? iba diciendo al tiempo que abría la puerta.

Se quedó parada, capturada por la sorpresa, pero rápidamente se lanzó al abrazo del recién llegado

-Roberto ¡estás aquí!!-

(Continuará)

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