EL SUSURRO DEL DUENDE (29ª entrega)

Ravenelle


Se atusó el pelo al tiempo que pasaba por delante del espejo del pasillo, intentando disimular su mala cara y lo que ella consideraba mal aspecto. Se sentía tan mal por dentro que no tenía ganas de arreglarse. Bajó las escaleras con desgana, intentando hacerse a la idea de que la policía iba a formar parte de su vida a partir de ahora y hasta que Diana apareciera. No quería ni siquiera barajar la posibilidad de que el desenlace fuera otro que la vuelta a casa de su hija.

Un hombre le esperaba en el hall, Le vio de espaldas mirando los marcos de fotos colgados al lado del perchero. Cuando Laura bajó el último peldaño, el policía se dio la vuelta y con una media sonrisa dijo: - Hola Laura –

Ella no había prestado atención alguna al visitante hasta el momento en que se dirigió a ella en un tono familiar. Gafa pequeña, barba muy recortada, ojos grises, a juego con la camisa, chaqueta de lino que arropaba un cuerpo bien cuidado y pantalón vaquero que daba a su atuendo un aire joven.

Laura entrecerró los ojos buscando en su interior una imagen que podía encajar con el hombre que tenía delante. -¿Javier? - - ¿Javier Vielva? –

- Veo que he cambiado mucho, te ha costado reconocerme –

Ella le ofreció igualmente una media sonrisa como respuesta, no tenía fuerzas para nada más.

El sacó un carnet del bolsillo interior de su chaqueta y le dijo - Comisario Javier Vielva, Brigada especial de desaparecidos –

- El mundo es un pañuelo – dijo Laura cruzando sus brazos y ordenando sus recuerdos.

Chelo atravesó el hall con una bandeja de tazas humeantes y se dirigió al salón, Laura invitó a Javier a seguirla y ambos tomaron asiento en el sofá.

- Me voy a hacer cargo del caso, si no tienes inconveniente, claro –

Ella, confirmó que no con la cabeza, sin levantar los ojos del suelo y con los brazos aún cruzados sobre su regazo.

- Sé que estás destrozada pero voy a necesitar tu colaboración – dijo Javier mirando de reojo a Chelo que permanecía de pie, frotándose nerviosamente las manos.

Laura asintió con la cabeza, manteniendo una actitud ausente.

Javier volvió a mirar de reojo a Chelo, que todavía permanecía allí. – Está bien gracias – le dijo invitándola a marcharse, pero la extremeña no se daba por aludida.

Laura se dio cuenta entonces y le dijo – Chelo, muchas gracias, ¿nos puede dejar solos? –

-¿No me puedo quedar? Mire Sr. Policia, yo la he criao, no es mi hija, pero como si lo fuera – y arrimó una silla al sofá y se sentó.

Javier miró a Laura requiriendo su intervención. – Chelo, tienes que salir, el Comisario quiere hablar con cada uno por separado, luego hablará contigo –

Chelo con una mueca de fastidio se levantó y antes de salir, le dijo al Comisario – encuéntrela, por favor se lo pido –

Se tomaron el café y la tila en absoluto silencio, después se miraron fijamente y él, con la mirada perdida, dijo: - maldita ironía del destino - mientras Laura recogía una lágrima con el dorso de su mano.

(Continuará)

1 comentarios:

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