EL SUSURRO DEL DUENDE (19ª entrega)

Ilustración: Roger Ruiz.



Cuando Laura llegó al despacho esa mañana, notó un ambiente enrarecido, tenía la sensación que algo había ocurrido, era capaz de percibir las sutiles energías que flotaban en el ambiente, aunque aparentemente todo estuviera vestido de normalidad.

Su intuición no solía engañarla, por eso en cuanto puso en marcha su ordenador, salió en busca de Marga. Como no la encontró en su despacho, se asomó al despacho contiguo y preguntó a sus tres ocupantes -¿Qué tal chicos? ¿todo bien?-. Ambos le dirigieron una rápida mirada a su otra compañera, Lourdes, una jovencita recién Licenciada en Derecho, que había aterrizado hacía unos meses en el despacho como pasante y contestaron al unísono: -todo bien-.

Algo pasaba y estaba dispuesta a descubrir qué. -¿Dónde está Marga?- les preguntó. -¿no esta en su despacho?- contestó uno de ellos, -estaba hace un momento allí-

Un repiqueteo de tacones por el pasillo anunciaba la llegada de Marga, que lucía cara de circunstancias.

- ¿Problemas?- se adelantó Laura. –No te va a gustar lo que te voy a contar- respondió Marga, mirando de reojo a Lourdes.

-Ha llamado Arturo Hidalgo, no quería hablar contigo, sólo quería tu dirección personal para mandarte un ramo de flores.-

-¿Mi dirección personal?-

- Si, y le ha atendido Lourdes, porque yo estaba hablando por la otra línea, y se la ha dado.

- ¿Cómo? ¿La dirección de mi casa?- Laura no daba crédito a lo que acababa de oír , dirigiendo su mirada furibunda hacia Lourdes.

La pasante se mostraba nerviosa y colorada, a pesar de lo cual se sobrepuso y salió al paso: ¡Yo que sabía! si me dicen que es para mandar flores ¿por qué no se lo voy a dar?.

- No te van a decir que es para mandarle una bomba, bonita – respondió Marga llevando su dedo índice a la sien.

Laura se sintió más vulnerable que nunca, ya sabía donde vivía, ¿qué pretendería? No le gustaba nada Arturo Hidalgo y ahora la torpeza de una pasante la había puesto en sus manos. Una corriente de ira le subía por la garganta, y pujaba por salir. Hubiera gritado “Imbecil” haciendo hincapié en la segunda sílaba, ahuecando la boca para pronunciarlo como si el insulto saliera directamente del centro de su ira. Intentó controlar esa furia contenida y respiró profundamente antes de decirle a Lourdes – No vuelvas a darle a nadie mi dirección ¿lo has entendido? A nadie!!, recuérdalo, no habrá más oportunidades.-

Laura se dio la vuelta, se dirigió a su despacho y cerró la puerta dando un portazo. Recostó su espalda sobre la hoja de la puerta, cerró los ojos e intentó espantar los malos presentimientos que la acechaban.


(Continuará)

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