EL SUSURRO DEL DUENDE (14ª entrega)

Hisie


Empezaba la semana enfadada con el mundo, el cielo hacía juego con su ánimo. Los nubarrones que sentía dentro tenían peor pinta que los que suspendían en el cielo. Saludó con un simple gesto a Damián, recogió el correo que acababa de llegar y tomó el ascensor decidida a resolver como primer punto del orden del día el asunto de Arturo Hidalgo.

Tomó el pasillo en dirección al despacho de Esteban y entró en él sin ni siquiera llamar a la puerta.

-¿Ya le has devuelto el dinero a Arturo Hidalgo?- le espetó sin un previo saludo.

Esteban dobló el periódico que estaba leyendo y observó a Laura con una sonrisa amplia que dejaba al descubierto una dentadura donde predominaban las piezas enfundadas. - Estás un poquito estresada este Lunes o ¿me lo parece a mi?-

Laura pidió disculpas por la manera en la que había entrado al despacho de Esteban y volvió al ataque: - Ya has devuelto ese dinero ¿no? –

- No, ni pienso devolverlo –

Laura empezó a inquietarse. – Mira Esteban, a saber de donde viene ese dinero, nos vamos a meter en un auténtico lío, devuélvelo y olvidémonos de Arturo Hidalgo -

- Para una vez que la oportunidad de ganar dinero fácil llama a nuestra puerta, no la voy a dejar escapar –

- Pero ¡te has vuelto loco! ¿no ves que somos unas marionetas en su juego? ¿tu crees que merece la pena arriesgar nuestra carrera profesional por 100.000 puñeteros Euros? –

- Por supuesto que no, por 100.000 no, ya los hemos ganado sin hacer nada, pero podemos hacernos con mucho, mucho dinero gracias a este asunto. -

- No cuentes conmigo en este tema, lo siento - dijo Laura levantándose de la silla y disponiéndose a salir del despacho.

- ¿Te crees por encima del bien y del mal? Piensas que tu nunca te venderías, pero te equivocas, todos tenemos un precio, tú también, aunque pienses que no - dijo Esteban

- Es posible pero yo no vendo mi alma por 100.000 cochinos euros – contestó Laura con un enfado manifiesto – y me cuesta creer que a estas alturas hayas podido caer tan bajo.

La conversación fue interrumpida por el teléfono, Marga, la secretaria de Laura, le advertía que tenía a Arturo Hidalgo en línea esperando hablar con ella.

- ¿Contigo?- se extrañó Esteban.

- Marga dile que no voy a hablar con él ni ahora ni nunca, pero, ya sabes, díselo de esa forma tan sutil y elegante que tu sabes.- le respondió Laura.

Esteban se había puesto de pie, en jarras y mostrando una actitud perpleja de no comprender nada de lo que estaba ocurriendo. – Estás loca – le dijo a su socia.

- Quédate con mi parte, yo no la quiero - dijo Laura, saliendo del despacho de Esteban y cerrando enérgicamente la puerta.

(Continuará )

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