EL SUSURRO DEL DUENDE (13ª entrega)

Noa Velasco

Los graffiti de los edificios le recordaron que estaba de nuevo en la jungla. De vuelta a la realidad, a las obligaciones, a las prisas, atrás quedaba el paraíso, el reencuentro con Roberto y un fin de semana mágico e irrepetible.

Levantó ligeramente la manga de su chaqueta para comprobar que hora era y descubrió que se había dejado el reloj en Loya. Revivió el momento en que Roberto se lo había desabrochado de su muñeca diciéndole –aquí no te hace falta reloj – y tuvo la sensación de que había sido un olvido de su subconsciente que deseaba que el tiempo se hubiera detenido para siempre en el fin de semana.

- Ya estamos aquí - gritó Laura subiendo las escaleras del garaje.

Luis no estaba en casa. Se derrumbó sobre la cama, cansada del largo viaje agradeciendo que él no estuviera. Tenía aún muy presentes los momentos vividos con Roberto y no deseaba que la presencia de Luis interfiriera los recuerdos aún prendidos en su piel. No dejaba de creerse una traidora por sentirse bien con otro, la huella de una estricta educación religiosa se hacía nuevamente presente. La culpa respiraba en ella, se sentía ruin por haber deseado abandonarse en sus brazos, por haber querido amarle. Inconscientemente esperaba el castigo de un Dios justiciero y vengador, aunque su sentido común le advertía de lo absurdo de dicha creencia. Los párpados le pesaban tanto o más que la morriña que le estrujaba la boca del estómago y finalmente se quedó dormida oyendo a lo lejos la voz de Diana hablando en su habitación.

Estaba anocheciendo cuando se despertó. Identificó la voz de Diana que seguía hablando en su habitación. Se asomó y desde la puerta preguntó ¿Con quien hablas, cielo?. La niña dudó por un instante en contestarle la verdad a su madre, aunque finalmente decidió que era lo menos arriesgado.

- Si te lo digo ¿me guardarás el secreto? Laura levantó la palma de la mano derecha en señal de juramento y dijo – Te lo juro-

- Estoy hablando con el duende que me traje en la caja desde Loya-

Laura, aun adormilada se recostó en la cama de Diana y le preguntó: ¿y que te cuenta el duende?

- Que tiene muchos años y que él ya había vivido en Madrid una vez –

- Ah ¿si? ¿Cuándo? –

- Dice que para ellos no existe el tiempo –

- Pero si ha vivido entre nosotros, sabrá que para nosotros sí y conocerá como lo medimos ¿no? pregúntale –

- Si, vivió aquí desde 1901 hasta 1910 – transcribió Diana.

- ¡Curioso!- dijo Laura sorprendida de la desbordante imaginación de su hija, y a la vez extrañada que una niña de 6 años hiciera esa afirmación.

- ¿Dónde vivía entonces?

- En casa de un empleado del Ayuntamiento que le enseñó a leer y escribir nuestro lenguaje de signos.

Laura quería dar por zanjado definitivamente el asunto y se le ocurrió hacer una pregunta muy concreta que Diana no sabría responder y así su historia del duende quedaría definitivamente desinflada - pregúntale a tu amigo quien era Alcalde de Madrid en 1901 -

- Alberto Aguilera –

Laura supo entonces que se enfrentaba a algo más que a una fantasía.

(Continuará)

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