EL SUSURRO DEL DUENDE (12ª entrega)


¿Por qué lo bueno dura tan poco? se preguntaba Laura mientras terminaba de colocar las últimas prendas en la maleta.

Tenía la misma sensación que cuando era niña y llegaba el momento de abandonar Loya para volver a Madrid. La morriña venía acompañada de un abatimiento y un nudo en el estómago que permanecía durante varios días.

Sin embargo Diana estaba eufórica, se la veía feliz, recogiendo sus juguetes y hablando sin parar.


– Mamá ¿me das una caja grande? – preguntó entrando en la habitación. Antes de que su madre contestara, Diana reparó en una caja de cartón beige con dibujos de plantas, con sus nombres en latín, que estaba en un rincón.

- ¿me puedo llevar ésta? ¡es preciosa!-

- ¿para que la quieres? – preguntó Laura.

- No te lo puedo decir – contestó Diana bajando la voz y mirando a los lados cerciorándose de que nadie más la escuchaba – pero te prometo que es para algo muy importante –

El sigilo y el misterio con que su hija adornaba su petición le resultó tan divertido que finalmente accedió a darle la caja.

Estaba metiendo la maleta en el coche, cuando apareció Roberto – ¿de marcha ya?- dijo con un tono de voz que no podía ocultar su tristeza.

- Si- contestó Laura apesadumbrada -Se acabó el fin de semana- Se miraron por unos instantes a los ojos y se fundieron en un caluroso abrazo. Laura sintió los labios de Roberto en su cuello y un escalofrío le recorrió la espalda. Se apartó lentamente de él y sonriendo le dijo –me tengo que ir –.

Era la historia de su vida condensada en un beso, la dicotomía entre el ser y el debe ser.

Cuando se dio la vuelta, comprobó que Diana ya estaba sentada en su asiento, lista para partir y a su lado la caja.

- Vuelve pronto – le dijo Roberto, acercándose a la ventanilla del coche – Te estaré esperando - .

(Continuará)

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