ATRAPADA

Heart Industry

Me duele la cabeza. El día ha sido duro, la semana agotadora. La reunión de elecciones sindicales me ha robado mucha de la energía disponible. Entro en el coche, cierro unos instantes los ojos y me digo: por fin he terminado. Me equivoco, un monumental atasco me espera impaciente para engullirme y poner a prueba la resistencia de mi malherido y agotado sistema nervioso. Entre frenada y frenada evoco lo vivido, no las estrategias, sino las posturas, y la necesidad que tenemos de decir siempre la última palabra, de poner la guindita, y pido entre dientes no ser atrapada por la ridícula vanidad del ego, que nos convierte en caricaturas de nosotros mismos.

Quiero cambiarme de carretera, no puedo moverme, siento una sensación de claustrofobia y tengo que reprimir los deseos de abandonar el coche en medio del atasco y salir corriendo. Evoco otro momento estelar de la semana, una negociación donde tuve que desplegar las mejores artes de jugadora de mus, para hacer creer a la otra parte que tenía una batería de pruebas para masacrarles en el juicio, echándoles un órdago a grande con cuatro pitos y conseguí que pasaran por el aro. Un éxito rotundo, sin duda, sino fuera porque la inicial alegría de mi cliente dio paso a un “podíamos haber conseguido más”, siguiendo la premisa de que la felicidad nunca está donde tu te encuentras.


Avanzo lentamente y a trompicones, como el día, como la semana, como la justicia, como mi dolor de cabeza y consigo finalmente atravesar el túnel, al final del cual está la luz del día, el tráfico fluido, el fin de semana y el ansiado descanso

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