COMO UN LAMENTO (45º Entrega)

Foto: LordFerguson


Las lágrimas iban empañando sus ojos a la vez que andaba por la acera con rumbo a ninguna parte. Se sentía tan golpeada, magullada y humillada que le dolía hasta el aliento. Estaba empezando a creer que todo era un mal sueño. No podía ser que esto le estuviera ocurriendo a ella.

De repente aparecía en su vida un hombre que le hacía sentirse más viva que nunca y en cuestión de unas horas se convertía en su peor pesadilla. Su mejor amiga se había transformado en el símbolo de la traición ¿quién sino le habría dicho a Nacho lo de la cita? y por último un hombre con el que se cruzaba todos los días pero en el que nunca se había fijado, le confiesa que la lleva amando en silencio desde la primera vez que la vio, pero la magia del momento es destruida antes de que pueda tomar forma.

Ángeles recreó el instante en que Gabriel había inmovilizado a Nacho y le había derribado, sin violencia, limpiamente, sin propinarle ni un golpe y se arrepintió de haber huido sin darle una explicación a su poeta urbano, que por fin ya tenía nombre.

Necesitaba respuestas. Las palabras de la castañera volvieron a martillar sus oídos “Nada es lo que parece, tienes la llave de tu camino, tan sólo has de encontrar la puerta tras del que se esconde” “Estas muy cerca, no permitas que los tropiezos te alejen del camino. Vé a tu cita, pero recuerda: Nada es lo que parece”.

¿Qué le había querido decir? Decidió salir de dudas e ir en busca de la anciana castañera. Con paso decidido iba golpeando con sus tacones los adoquines, como si ellos tuvieran la culpa de lo que le sucedía, sus lágrimas que se atropellaban unas a otras por salir, se convirtieron en llanto y la necesidad de saber se convirtió en ansía de resolver y corrió desesperadamente hacia la esquina donde estaba el puesto de las castañas.

No había nada, el lugar donde hacía tan sólo unas horas una anciana se había dirigido a ella portando un extraño mensaje, estaba vacío, ni rastro de la castañera. Miró a ambos lados con desesperación y se dirigió a un hombre que echaba el cierre en un comercio cercano -¿Dónde está? ¿Dónde se ha ido la castañera?- El hombre se giró para ver quien le preguntaba con tanto ímpetu y respondió: -¿Qué castañera? Aquí no ha habido nunca un puesto de castañas-.

Ángeles salió corriendo en dirección a la calle donde la había visto por primera vez, tenía que encontrarla, tenia que hablar con ella. Cuando llegó a su destino, comprobó casi sin aliento, que tampoco allí había rastro alguno de un puesto de castañas.

Se derrumbó en un banco de madera apostado entre dos alcorques y se hundió en el llanto hasta que no le quedo ni una lágrima más que derramar.

Le dolían los pies, le picaban los ojos y tenía malherido el corazón. Estaba profundamente cansada, se dio por vencida y decidió irse a casa.

Su calle estaba alumbrada por las sirenas de dos coches de policía y una ambulancia aparcada en frente de su portal. Una furgoneta de reparto estaba en medio de la calzada con las puertas abiertas, bajo su parachoques delantero y entre sus ruedas una manta que tapaba una figura humana.

La policía tomaba declaración al conductor de la furgoneta, presa de una crisis nerviosa que sólo le permitía decir: -Se me echó encima, se me echo encima- -No pude evitarlo-

Ángeles se abrió paso entre el grupo de curiosos que se agolpaba en el lugar y fue entonces cuando vío la orquídea y el libro de Rilke en el suelo a pocos metros de la manta que ocultaba la silueta humana.


Continuará ..........................................

2 comentarios:

Beatriz dijo...

Me tienes en un sin vivir con estas últimas entregas, todo son vicisitudes para esta pobre mujer que se ha topado contigo que eres un poco malvada.

¿o no todo es lo que parece?

Besos.

ESPERANZA dijo...

Es que como veo que no comentais, he pensado "se han dormido voy a darles un poco de marcha para despertarles".

Ya se que a ti te gustan los finales felices pero no se si te podré dar gusto, no se, no se, esta la cosa fea, aunque a lo mejor .............. tampoco es lo que parece

Besos

Besos