COMO UN LAMENTO (42ª entrega)

Foto: Ciudadano poeta.- galeria flickr (Curioso que haya tantos poetas en la novela)

Allí estaba él, Gabriel, esperándola, recibiéndola con el corazón encogido por el miedo a no ser correspondido, trayendo consigo, además de una orquídea y un libro de Rilke, una pasión que de tanto respirarla se había convertido en su razón de ser, y una ilusión tan frágil e intensa, que igual podía convertirse en realidad que estallar en mil pedazos.

Alli estaba ella, de pie, frente a él, como una diosa, más bella que nunca, con esa mirada triste y profunda que le había robado el corazón, y con una expresión de asombro, imposible de disimular, que se iba transformando por momentos en un gesto de incredulidad y enojo.

No se podía creer lo que le estaba pasando, Ángeles nunca pudo imaginar que su misterioso poeta urbano, fuera él, su vecino del segundo. Tras superar el asombro inicial, le quedó la sensación de que la vida le estaba gastando una broma y dejó caer sus hombros hacia delante, haciendo una ruidosa expiración y sin cruzar palabra alguna con Gabriel, se dio media vuelta con intención de marcharse.

Él alcanzó su muñeca y la retuvo con suavidad: -Espera, no te vayas, por favor- -Déjame que te explique-


Ella mantenía su actitud de marcharse, pero él insistió apretando un poco más su muñeca – Por favor –

Ángeles sintió la fuerza de la mano de Gabriel sobre ella y antes de que pudiera rebelarse, él la retiró lentamente, dejando que su dedo índice fuera escurriéndose por la piel de su brazo, acariciando por primera y última vez una ilusión que nunca tomaría cuerpo.

La suavidad de su caricia y la ternura de su retirada, le hicieron interesarse por ese desconocido con el que se cruzaba durante unos segundos casi todas las mañanas y al que nunca hasta ahora, había prestado atención.

Continuará ...............................................

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