COMO UN LAMENTO (31ª entrega)

Foto: acebal

Ignacio Montilla era una de esas personas que en cuanto las ves te das cuenta que tienen duende. Sus ojos transmitían más que las palabras, la expresión de su rostro invitaba al encuentro y el hoyuelo de su barbilla aportaba a su sonrisa un encanto especial.

¡Que casualidad! ¡Cuánto tiempo! dijo Ángeles al tiempo que sus rostros se tocaron con dos besos de cortesía. -Te he reconocido por el hoyuelo de tu barbilla, es inconfundible.

-Tu estás estupenda-, dijo Nacho tomándola de las dos manos, - cada día estás más guapa- .

Ángeles notó como subía el calor a sus mejillas y supuso que estaba roja como un tomate, se soltó de él y rápidamente cambió de tema:- ¿Qué haces por aquí? -

- He bajado a pasear al perro, vivo aquí- , dijo Nacho, dándose la vuelta y señalando el portal que tenía a su espalda- como verás muy cerca de tu casa-.

Pasearon calle arriba, calle abajo hablando de las casualidades de la vida, de que él fuera ahora su abogado, del despido de Ángeles y de la estrategia a seguir para conseguir la indemnización, hasta que el frío de la noche les penetró en los huesos.

Nacho cortó de repente la conversación y le dijo: - Oye, hace un frio que pela, ¿por qué no subimos a mi casa y nos tomamos un café?- , llamó al perro con un silbido y se dirigió al portal sin esperar la respuesta de Ángeles, que se mantenía de pie en la acera, sin saber qué hacer ante tal ofrecimiento.

Nacho abrió la puerta del portal, y cuando el perro hubo entrado, se dio la vuelta hacia Ángeles y con una amplia sonrisa le dijo: -Vamos o ¿prefieres convertirte en estatua de hielo? -.

No se sentía capaz de decir que no, Nacho había dado por hecho que subiría y ella se dio cuenta de que sentía una fuerte atracción por él.

- Adelante, estás en tu casa – le dijo Nacho invitándola a entrar. El salón de Nacho era una estancia acogedora, cálida y llena de libros, con varias lámparas que emitían una luz indirecta que contribuía a crear un ambiente intimista.

-¿Prefieres café o una infusión? Tengo descafeinado, también- grito Nacho desde la cocina.

Ángeles respondió- Café esta bien, con leche, si puede ser- mientras curioseaba por las estanterías del salón. Se paró ante un atril con un libro abierto. Era un libro de poemas y se puso a hojearlos, en el momento en que se disponía a mirar la portada para ver quien era el autor, Nacho apareció por la puerta con la bandeja de los humeantes cafés que despedían un aroma irresistible.

Se sentaron en el sofá y mientras tomaban el café evocaron viejos tiempos y rieron recordando anécdotas del pasado. Nacho recordó la admiración que procesaba hacia el padre de Ángeles y lo mucho que había sentido su muerte. – No sabes lo que le echo de menos- le confesó ella, bajando la mirada y conteniendo las lágrimas. Nacho se acercó a Ángeles y le acarició la mejilla con el dorso de su mano y dijo con un susurro –Hay personas que no deberían morir nunca – Una lágrima se deslizó por el rostro de Ángeles, Nacho se acercó aún más, tomo entre sus manos el rostro de ella y la besó suavemente en los labios.

Continuará .................................................

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