HEMOS PERDIDO EL NORTE II


Foto Inigo López.- flickr


Los incidentes y la batalla campal de Pozuelo nos devuelven nuevamente a la pregunta de fondo ¿qué estamos haciendo con nuestros hijos? .

El fin de semana tuve la oportunidad de escuchar en la radio diversos testimonios de los padres de estos”angelitos” dispuestos a tomar la comisaría y he de decir que pasé, en unos instantes, de un estado de perplejidad total a otro de absoluta desolación.

Fui testigo de cómo uno de los padres narraba que su hijo estaba muy arrepentido y que en cuanto le dejaron en libertad, se metió en casa a estudiar y le pidió perdón a su madre, a la que le había dado un gran disgusto.

¿Me he perdido algo? ¿a su madre? ¿qué tal pedir perdón a la sociedad y mandarle a galeras durante una temporada?

Aunque el que merece ser enviado a galeras es el padre de la criatura, que no ha entendido nada.

No ha entendido que los incidentes exceden de la calificación de una simple gamberrada, y tampoco ha entendido que el suceso ha trascendido el núcleo familiar y que a la sociedad que sufre estos brotes violentos, le importa un pito que a la madre del agresivo le dé un sofocón por los actos de su retoño.

Aun a riesgo de que algún día tenga que tragarme mis propias palabras, por mi condición de madre de una joven de 17 años, y de otro que aunque no es aún adolescente, viene pisando fuerte, sigo manteniendo, hoy por hoy, que esto no son formas de encarar unos hechos como los de Pozuelo.

Si no somos capaces de identificar el paño que tenemos en casa, difícilmente podremos evitar que estos altercados se vuelvan a producir. Si no somos capaces de castigar adecuadamente estos actos, rebrotarán y con más virulencia. Si no somos capaces de educar a un hijo y hacerle respetar unas normas establecidas, es mejor que nos dediquemos a cultivar un huerto o a criar a un cerdo.




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