COMO UN LAMENTO (15º entrega)

Dibujo: Alberto Cerriteño.- Galeria Flickr


Entraba de vez en cuando en su correo para ver si recibía respuesta, pero iba pasando la mañana y no había noticias. Estaba absorta en los balances de la empresa, intentando cuadrar los números cuando Fabo entró en la oficina. Se le veía nervioso a pesar de que lo intentaba disimular adoptando una actitud altiva. Se dirigió a la mesa de Ángeles y abrió la boca con la intención de decirle algo pero no le salió palabra alguna. Ella le observaba con gesto grave, él se dio la vuelta y dijo mientras salía: -ahora vuelvo-.

No sabía como interpretar la visita de Fabo, cuando le vio entrar pensó: -viene a despedirme- pero cuando vio su actitud nerviosa y dubitativa empezó a barajar la hipótesis de que tal vez él fuera el poeta urbano que venía a darle explicaciones. En definitiva eran más o menos de la misma edad, Fabo hacía menos de un año que se había divorciado y Ángeles sabía que era un gran aficionado a la poesía. A lo mejor esa actitud distante e incluso cortante hacía ella, fuera tan sólo una pose.

En esos pensamientos estaba, cuando vio pasar a la abogada de la empresa hacia el despacho de Nicolás. Sus miradas se cruzaron por un instante y tuvo la certeza de que traía su carta de despido.

Ana Pineda llevaba los asuntos jurídicos de la compañía desde los tiempos de Don Fabricio y había tenido mucho trato con Ángeles en aquella época en la que ella era la mano derecha del jefe. Siempre que la abogada iba por allí, se paraba a charlar un ratito con ella, pero esta vez había pasado de largo, resolviendo instantáneamente el enigma que la tenía ocupada cuando la vio.

-¿Esa que acaba de pasar era Ana Pineda? preguntó Carmen. Ángeles asintió con la cabeza y Carmen prosiguió: “Que raro que no se haya parado a saludar” . No había terminado la frase cuando el teléfono de Ángeles sonó: al otro lado de la línea Nicolás preguntaba ¿puedes venir a mi despacho?. Carmen la contemplaba en silencio, Ángeles bebió un largo trago de agua y se dirigió a la puerta, no sin antes decirle a Carmen: “Esto se acabó”.

Continuará......................................................

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