LA CULTURA DEL PELOTAZO




En los tiempos que corren no sólo están en crisis nuestros bolsillos, sino también nuestros valores, aunque ellos llevan en franca recesión muchísimo más tiempo que nuestras carteras.

A mi, como a casi toda la gente de mi generación, nos educaron en la cultura del esfuerzo y del trabajo duro como paso imprescindible para alcanzar el éxito. “Nadie regala nada” era una de las frases preferidas de mi padre y efectivamente era así, ninguna fortuna te caía del cielo si previamente no habías construido una larga escalera para bajarla.

Pero mientras que estábamos construyendo la escalera, apareció alguien que dijo tener la formula magistral para triunfar, sin necesidad de construir peldaño a peldaño. Con la mejor de sus sonrisas, nos invitó a probar un sistema rápido, seguro y eficaz para alcanzar la fortuna sin esfuerzo y nos dejó la cultura del pelotazo.

Con ella llegaron máximas como “tanto tienes, tanto vales”, el consumo frente al ahorro; las mansiones y el lujo frente a las viviendas dignas; proliferaron los vendedores de humo; los pelotazos inmobiliarios hicieron inmensamente ricos a unos cuantos; surgieron, de la noche a la mañana, personajillos que se hicieron ricos y famosos por el simple hecho de haberse acostado con alguna figura popular de las revistas del corazón.

La ley del mínimo esfuerzo llegó a nuestras escuelas; la televisión vendió su alma a los programas basura y nos acostumbramos a vivir con la corrupción como el que integra en su vida los kilos que le sobran, no presume de ellos, pero los lleva con elegancia.

Nos volvimos más liberales que nadie y si pillaban a alguien metiendo la mano en caja ajena, mirábamos para otro lado, porque al fin y al cabo todos somos humanos y todos tenemos momentos de debilidad.

Hicimos del tener nuestra razón de ser, y ahora que pintan bastos para nuestra economía, nos hemos quedado sin nada.

Todavía estamos a tiempo de volver a la cordura y seguir construyendo la escalera.

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