COMO UN LAMENTO (8ª entrega)

Foto Weiko.-flickr

Empezaba a oscurecer, cuando Ángeles apagó el ordenador y dio por terminada su jornada de trabajo, no sin antes revisar, por enésima vez en el día, la bandeja de entrada de su correo electrónico, por si su acosador anónimo hubiera dejado de nuevo su huella. No había ningún rastro más de él.

Los intensos acontecimientos del día le habían hecho olvidarse durante un tiempo del personaje misterioso que había arribado a su vida. Sentía pena por Matías, que había sido despedido, desasosiego porque algo en su interior le decía que ella sería la próxima y angustia por la incapacidad de asimilar todo lo que le estaba ocurriendo.

En vez de coger el autobús, decidió irse andando hasta la siguiente parada, para ver si el frío de la noche conseguía enfriar su cabeza y despejar sus ideas.

Intentó concentrarse en el sonido rítmico que salía de sus tacones cuando chocaban contra el suelo, pero tan sólo consiguió que el eco de sus pisadas le recordara que transitaba por una calle solitaria y de noche. No estaba sola, su fiel compañero, el miedo, entró en escena, tomando cuerpo y haciendo creer a su presa que alguien la perseguía. Ángeles aceleró el paso intentando huir, pero el miedo se prendió a su sombra convirtiéndose en la peor de las amenazas.

Cuando por fin dobló la esquina y salió a una calle transitada, se mostraba jadeante tras haber sido víctima de una feroz persecución, la de su propia sombra.

Llegó justo a tiempo de coger el autobús y acomodarse en un asiento libre, donde tras un largo y hondo suspiro, soltó la tensión contenida y apoyando su cabeza en el cristal de la ventanilla pensó: ¿de que estoy huyendo?:

Continuará .............................

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