EL COLOR DE LA ESPERANZA

El color negro siempre ha estado, de una manera o de otra, presente en nuestras vidas.

Negras eran las sotanas de los sacerdotes que nos hablaban del pecado y de la culpa.

Negras siguen siendo las togas de los jueces, investidos de la potestad de darte o quitarte la razón.
Negro “luto” era el color elegido como penitencia, por las hembras resignadas con su mala suerte, enfrentadas con la vida y acostumbradas a la muerte.
Negro era el adjetivo empleado para calificar un futuro sin expectativas.

Sin embargo, todo esta cambiando, hasta el color negro, que ahora está de moda. Tener varias prendas negras de fondo de armario, es casi de obligado cumplimiento. El negro es el color de la elegancia y desde el miércoles pasado se ha convertido en el color de la esperanza.

Barack Obama ha llegado a la Casa Blanca, será nombrado nuevo Presidente de los Estados Unidos de América y tendrá que asumir la difícil tarea de dirigir, no sólo, los destinos de los norteamericanos sino, de los habitantes de este planeta, porque cuando Norteamérica se resfría, el resto del mundo estornuda.

Tan sólo hace 50 años, que una mujer negra fue arrestada, por negarse a ceder su asiento en un autobús a un blanco y ahora, un ciudadano de raza negra, pasará a regir los destinos del mundo.

Aunque los distintos gobernantes nacionales e internacionales que hemos tenido la desgracia de padecer, han ido matando nuestra confianza, quiero creer que con él llegará el cambio.

Yo también tengo un sueño, con el permiso de Martin Luther King, y ese sueño es vivir en un mundo mejor, para lo cual se necesitan dirigentes con una sólida formación intelectual y humana y una acusada vocación de procurar el bien común.

Quiero creer que con Obama es posible. Mi confianza en la clase política quedaría definitivamente sepultada si al final resultara ser un vendedor de humo. Todo puede ocurrir.

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